Exposición de las personas a campos electromagnéticos desde la óptica de seguridad y salud en el trabajo
Antes del siglo XX, el sol fue la única fuente de campos electromagnéticos a la cual estuvieron expuestos los seres humanos. Aunque entre 1885 y 1901 se dieron importantes avances para dar lugar a las comunicaciones inalámbricas, unas décadas adelante, emergieron necesidades en los ámbitos militar, industrial y médico, que dieron lugar a un crecimiento exponencial en la cantidad de aplicaciones que hacen uso de campos electromagnéticos.
Después del año 1990 se evidenció a nivel global el interés de la comunidad científica en documentar y analizar los posibles efectos derivados de la exposición de los seres humanos a campos electromagnéticos no ionizantes. Así mismo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) invirtió 20 años (1996 – 2016) articulando esfuerzos en la identificación de eventuales efectos adversos (no térmicos).
Incluso, la OMS y la Agencia de Investigación en Cáncer (IARC) han clasificado los campos electromagnéticos como posiblemente carcinogénico para los humanos (grupo 2B), basados en el riesgo incrementado de glioma, un tipo de cáncer cerebral maligno asociado a uso de teléfono móvil” (Boletín de prensa No. 208 en mayo 31 de 2011).
Estas iniciativas se dan por el hecho que los seres humanos han estado expuestos a este tipo de emisiones como nunca en la historia y adicionalmente, se está dando el retiro / pensión de la primera generación en estas condiciones laborales o cotidianas.
Hay serias dificultades para establecer una clara relación causa-efecto por la exposición de las personas a campos electromagnéticos, que implicarían aislar y caracterizar el efecto de dicha exposición, a lo cual se suma el hecho de que cada cuerpo humano tiene diferentes mecanismos de reparación de alto nivel.
Por ello, se ha socializado la aplicación del principio de precaución o ALARA para evaluar y medir esta exposición, que se han materializado a través de la definición de los límites de exposición de las personas campos electromagnéticos (poblacional u ocupacional). Quizá la entidad con la mayor autoridad en la definición de dichos límites es la Comisión Internacional de Protección contra la Radiación No Ionizante (ICNIRP) e incorporados en la legislación de la gran mayoría de países y organizaciones (IEEE, FCC, ITU, ACGIH, etc).
Si bien el avance ha sido relevante en pocos años (1995 – 2021), esta temática sigue siendo muy reciente, a tal punto que hoy en día hay muy poca literatura o guías para definir controles operaciones y técnicas de mitigación de la exposición que estén alineados con las políticas de seguridad y salud en el trabajo (ISO 14001, OHSAS 18001).
Quizá, el único riesgo identificado por la exposición a campos electromagnéticos no ionizantes es la radiación solar.
Pero se deja de lado todos los escenarios de exposición laboral en los sectores de (i) transporte (trenes eléctricos), (ii) salud (Resonancia magnética (MRI), electrocirugía, diatermia por microondas, hipertermia profunda, magnetoterapia), (iii) energía eléctrica (generación y transmisión, trenes eléctricos), (iv) telecomunicaciones (Radio AM/FM, TV, celular (2G, 3G, 4G, 5G, 6G), radares, sistemas marítimos / aeronáuticos, satelital, WiFi, IoT), e (v) industrial (soldadura, fundición, calentamiento por inducción, procesos electroquímicos).
Frente a ello, en primera medida, lo más pertinente sería que los sectores relacionados previamente reconocieran como un riesgo la exposición de las personas a campos electromagnéticos, dando lugar fundamentalmente a los siguientes controles desde el punto de vista de seguridad y salud en el trabajo:
- Evaluaciones prácticas periódicas (mediciones).
- Distanciamiento y Señalización.
- Definición de tiempos de exposición.
- Capacitaciones / Fuentes oficiales.
Finalmente, es valioso destacar dos (2) temas relevantes:
- Toda esta temática de evaluación de la exposición de las personas a campos electromagnéticos está alineada con algunos de los objetivos de desarrollo sostenible.
- Hay una asignatura pendiente en la gestión de percepción de riesgo de las comunidades y trabajadores, a través de socializaciones que verdaderamente transmitan un mensaje claro. La percepción de riesgo disminuye en la medida que la sociedad está informada correctamente.
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